"Creo que en cualquier época yo habría amado la libertad, pero en los tiempos que corren me inclino a adorarla" (Alexis de Tocqueville)

sábado, diciembre 18, 2004

La vuelta a la caverna

Hablan de progreso, pero en realidad es regreso. Una de las grandes mentiras del socialismo es la que se sustenta sobre la crueldad del hombre hacia la naturaleza. Esto en realidad, encubre una postura belicosa más hacia el desarrollo que el ser humano ha ido forjando en los últimos dos siglos, principalmente a raíz de la Revolución Industrial del siglo XIX, que supuso el un impulso para el desarrollo de las democracias liberales que hoy en día disfrutamos; contrariamente a lo que pensaban los marxistas, no se cumplió el pronóstico del juego de suma cero, en donde unos pierden (los obreros) para que ganen los otros (los empresarios). El proceso de revolución industrial y desarrollo de la economía liberal, que aunque tuvo unos comienzos con condiciones laborales ciertamente precarios, supuso la extensión del desarrollo económico para grandes capas de la sociedad, con la consolidación de las clases medias.

En esta misma línea, a las precarias o inexistentes medidas ambientales de estos inicios, hoy sumamos un grado de compatibilización del desarrollo económico con la protección ambiental muy elevado. Desde que en los años 70, tras la Declaración de Estocolmo y los primeros programas ambientales impulsados por la OCDE y los países desarrollados, la situación ha evolucionado medioambientalmente de forma muy favorable.
No son ciertas las predicciones de apocalipsis medioambiental a medio plazo, que parecen formar parte de lo políticamente correcto. Por el contrario, los avances han sido espectaculares en los últimos años:

- la reducción de CFC y de emisión de determinados gases a la atmósfera
- el reciclaje de residuos sólidos urbanos y el correcto tratamiento de los residuos peligrosos
- la depuración de las aguas
- la mayor sensibilidad ambiental de la población

Todo ello han sido políticas desarrolladas por gobiernos liberales. Bien es cierto, que en algunos ámbitos quedan todavía muchos problemas que resolver, pero su solución debe venir de la mano de realidades científicas y económicas que permitan su implantación.

El fácil recurso del alegato medioambiental lleno de buenas intenciones, pero vacío de contenido, no es más que una irresponsabilidad, cuando menos, o, incluso, algo peor: un nuevo frente abierto en contra de las economías y democracias liberales por parte de los partidarios de la caverna.

Otra de las grandes mentiras ecologistas es la del uso y producción de energía que pretende hacernos creer que las energías alternativas son la panacea. Ya advirtió Gorbachov en su intervención en el “Forrum” de Barcelona 2004, que las energías alternativas eran energías para países “pijos”.

Por un lado, las energías alternativas arrostran sus propios problemas medioambientales (por ejemplo el impacto visual de los campos eólicos o la alta contaminación de las desalinizadoras) y, por otro, jamás podrán sustituir a la fuente principal de energía, como es el petróleo. Recordemos que el petróleo y sus derivados ( vehículos, calefacciones…) son la principal fuente de contaminación de dióxido de carbono que está erosionando la capa atmosférica. Actualmente, la única fuente de energía capaz de sustituir al petróleo es, sin lugar a dudas, la energía atómica, tradicional campo de batalla de la progresía.

El nivel de seguridad de las centrales nucleares es altísimo. Muchas veces y como ejemplo de su falta de seguridad se alude al accidente de Chernobyl en los años 80. Sin embargo, esto no era más que otro exponente del grado de deterioro de la economía planificada de la URSS. El estajanovismo propiciado por las autoridades de la URSS les llevó a la despersonalización del individuo y a la supremacía de la producción obviando la implantanción de medidas de seguridad y la nula atención a los problemas ambientales.
Precisamente, el desastroso estado de la industria de los países del Este, es el reto más importante que tienen para su adaptación al modelo de producción occidental.

La energía nuclear, pese a lo que braman sus detractores, es la energía más limpia y eficiente de la que tecnológicamente disponemos a día de hoy. Y existen medios para paliar sus inconvenientes.

Pero nuevamente nos encontramos con los trogloditas de la caverna, encarnados en el Presidente del Gobierno de España, que, mientras que en Europa (Francia, Alemania y los países nórdicos) están empezando a volver a apostar por la energía nuclear, como fuente limpia, barata y segura, insiste en hacer saltar chispas frotando piedras dentro de la caverna en todos los lugares de este país, antes llamado España.

Eso llevará a España a la ruina. Mientras se ponen chinitas al gaseoducto –y el Gas Natural es otra energía limpia, segura y barata- entre España y Argelia (todo sea por el amigo Mohammed), mientras los apagones eléctricos son cada vez más numerosos… ZP ahora pretende cerrar las pocas centrales nucleares que hay en España, y que generan el 20% de la electricidad que disfrutamos… para subvencionar a los españolitos con una caja de fósforos. Y eso si Narbona no lo remedia, diciendo que el fósforo contamina.

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