"Creo que en cualquier época yo habría amado la libertad, pero en los tiempos que corren me inclino a adorarla" (Alexis de Tocqueville)

lunes, julio 17, 2006

La hora de España (Mariano Rajoy)

Señor presidente del PAN, me sumo a las palabras de felicitación y compartimos con vosotros la alegría por este brillante triunfo electoral.

Señor alcalde, señoras y señores, queridos amigos

Vengo a hablar hoy de España, de su continuidad como proyecto nacional y de su viabilidad como Estado.

Sé que durante las dos semanas que habéis estado trabajando aquí, en Navacerrada, esta reflexión ha sido la protagonista de todos los seminarios y de todos los encuentros. Mi felicitación por ello y mi agradecimiento, de manera muy especial José María, que de nuevo has sabido dirigir tu atenta mirada de español y de liberal hacia los problemas reales que pesan sobre nuestro futuro colectivo.

Quiero adelantar que algunas de las aportaciones de estos cursos y de los debates de la Convención del pasado marzo serán el sustento de buena parte de las propuestas que plantearemos de cara a las elecciones municipales y autonómicas del próximo año. Estamos trabajando en ellas.

Pero ya os anuncio, también, que voy a dirigir todos los esfuerzos del Partido Popular en torno a un gran objetivo. Un objetivo que marcará estratégicamente la agenda de nuestro partido en los próximos meses. Quiero que España recupere su energía y su ilusión como proyecto nacional. Lo quiero así por patriotismo y por sentimiento cívico.

Si dejamos que España se debilite como idea y como vivencia colectiva, y si permitimos que se difuminen sus contornos de Estado, España puede dejar de ser la gran nación europea que todos hemos conocido.

Si esto fuera así, si España perdiera la capacidad para ejercer su voluntad soberana, entonces no sólo estaría renunciando a su futuro sino convirtiéndose en una caricatura de sí misma. Ya os adelanto que yo no voy a permitir algo así.

Ahí afuera hay un mundo en ebullición, abierto a cambios y tensiones, donde hay que tener fortaleza institucional, convicciones y seguridad en sí mismo para salir airoso a los retos de un siglo extraordinariamente complicado como es el que inicia sus pasos.

El mundo global no admite las fronteras que trazan los nacionalistas. O uno está preparado para competir en el mercado o se queda fuera de él. El mundo global tampoco tolera el pacifismo de diseño y, mucho menos, la mentira ni la palabrería acerca de la política exterior. La seguridad exige ideas claras, aliados fiables y decir la verdad sobre los riesgos que amenazan nuestra libertad.

El terrorismo, sea el que sea, atente en Bombay o en Madrid, exige las armas de la legalidad no la manipulación de los sentimientos.

Mi ambición es que la sociedad española pueda olvidar lo antes posible lo que han significado estos años de gobierno de Zapatero. Quiero que España vuelva a sentirse segura de sí misma: de lo que es y de lo que quiere. Quiero que los españoles fortalezcamos lo que nos une. Y lo quiero porque de este modo podremos estar en la vanguardia del siglo XXI y afrontar con éxito los retos inaplazables que nos pone por delante el nuevo milenio en seguridad, competencia, investigación, empleo, medio ambiente o inmigración.

No me cansaré de repetir que ésta tendría que haber sido la agenda de las prioridades de nuestro gobierno si éste hubiera sido un gobierno normal. Pero como no tenemos un gobierno normal, estamos donde estamos y nos dedicamos a lo que nos dedicamos.

Queridos amigos.

Hace un año, en este mismo foro, os dije que teníamos un presidente que había renunciado a la España constitucional. Hoy os digo que ha materializado esa renuncia.

Hace un año, en este mismo foro, os anuncié que el señor Rodríguez Zapatero rechazaba que los españoles nos sintiéramos ciudadanos de una tierra común en la que disfrutásemos de un Estado eficaz, capaz de proteger las mismas libertades y los mismos derechos de sus ciudadanos en cualquier lugar del territorio. Hoy os digo que ese rechazo es realidad.

Hace un año señalé que Zapatero iba a afrontar el desmantelamiento del Estado dentro de una España convertida en un decorado de cartón piedra. Hoy os digo que esa España va camino de cobrar forma definitiva. La España autonómica ha sido suplantada por otra confederal.
La voluntad nacional será la suma de unas cuantas voluntades regionales y no la voluntad de un Estado con voz propia para diseñar el destino común de los más de 40 millones de ciudadanos españoles.

Se ha iniciado un cambio en nuestro modelo de Estado de espaldas al sentir de la inmensa mayoría de los españoles.

A mí me gusta poner ejemplos. No quiero abrumar a nadie con ejemplos, pero voy a dar un dato de tres asuntos que se han producido en la última semana. Ya no me voy a remontar a lo que ha ocurrido hace diez o doce días, sino en la última semana. El Gobierno acaba de remitir a las Cortes el Estatuto Básico del Empleado Público. Ese Estatuto, de momento, no se puede aplicar el Cataluña y ya veremos qué ocurre a la vista de lo que se vaya aprobando en los próximos meses en el Congreso en otras autonomías.

El ministerio de Administraciones Públicas está elaborando la Ley de Gobiernos Locales, que a instancias del PP va a reforzar el papel de las Diputaciones Provinciales. Pero tampoco se puede aplicar en Cataluña, porque han sido suprimidas por el Estatuto de Autonomía.

La ministra de Educación prepara una Ley de Universidades que acaba con los cuerpos nacionales de catedráticos y titulares de universidad, ya que se suprimen las pruebas públicas para el acceso a los cuerpos docentes universitarios.

El año pasado di aquí unos cuantos ejemplos de algunas leyes que se estaban aprobando. Hoy doy tres ejemplos de las últimas 72 horas. Y quiero decir que todo esto se ha hecho por conveniencia partidista algo que no aparecía ni siquiera en el programa electoral del PSOE ni, por tanto, los españoles han podido pronunciarse sobre este asunto.

Y se ha utilizado para ello un argumento rastrero: que después de 30 años es necesario revisar los acuerdos de la Transición mediante un pacto entre la izquierda española y los nacionalistas.

La generosidad que, por lo visto, sólo ellos mostraron, ahora debe ser compensada con los intereses de demora de una reforma a su gusto, y de acuerdo con sus intereses partidistas, del modelo de Estado. De este modo, Zapatero ha pagado así un precio que le ha permitido obtener apoyos parlamentarios con los que gobernar.

Y lo más inadmisible de todo esto es que al actuar de este modo ha tratado a los españoles como si fuéramos menores de edad. Ha decidido por nosotros sin consultarnos. Lo ha dicho él públicamente.

Para Zapatero la esencia de la democracia es lisa y llanamente la cintura política. Una cintura que traduce en conveniencia partidista. Para él, los intereses generales, por lo visto, no existen. Lo demuestra el nuevo Estatuto de Cataluña.

Ha impuesto al pueblo español una idea de España que choca con nuestra Constitución. Y lo ha hecho, además, contando para ello con tan sólo el 35 por 100 de los ciudadanos de una Comunidad Autónoma. .

A mí, desde luego, como español y como demócrata no me satisface este resultado. Por eso, seguiremos utilizando los medios que el Estado de Derecho pone a nuestro alcance para evitar que se cambie el modelo de Estado sin contar con el consenso de la inmensa mayoría de los españoles.

Hemos librado importantes debates parlamentarios, hemos movilizado a la ciudadanía y ahora interpondremos un recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto catalán.

Más de cuatro millones de españoles han reclamado que el pueblo hable sobre este asunto y han avalado nuestra petición de solicitar al presidente Zapatero un referéndum.

Nunca en la historia de nuestra democracia se han movilizado tantos ciudadanos para solicitar un referéndum y nunca tanta insensibilidad democrática se ha percibido en la voluntad de un presidente del gobierno, nunca.

Parapetado detrás de la colaboración interesada de sus socios parlamentarios, Zapatero ha preferido contentar a éstos y ha puesto las bases de una estructura confederal del Estado sin dejar hablar a la gente.

Se ha parcelado la idea de soberanía que establece la Constitución y se ha puesto en marcha una deriva territorial contraria a lo que sucede en el resto de Europa.

Viendo lo que pasa en Alemania o lo que ha sucedido en Italia, se puede afirmar que Europa evoluciona en la dirección contraria a lo que sucede en España.

Cuando en Alemania los dos grandes partidos nacionales -la CDU y el SPD- pactan una reforma constitucional que acaba con los bloqueos que dificultan la toma de las decisiones provocados por el sistema federal, en España hacemos lo contrario: instituimos una fórmula confederal.

Aquí, uno de los partidos nacionales el socialista- excluye al otro el popular- y pacta el cambio de modelo con las minorías nacionalistas sin que se le mueva un solo músculo de su cara. Incluso atribuye a algunas Comunidades Autónomas un blindaje de competencias y una bilateralidad que permite subordinar los intereses generales a los intereses autonómicos.

Cuando Alemania trata de desmontar un modelo que se ha convertido en una fuente de inmovilismo debido al poder de veto de las regiones, nosotros lo importamos haciendo inviable al Estado.

Aquí, lo atamos de manos y blindamos las competencias de unas Comunidades Autónomas que asumen la capacidad de decisión.

Cuando en Alemania se reduce de un 60 por 100 a menos de un 40 por 100 la capacidad de los Länder para bloquear las leyes estatales, nosotros establecemos un sistema de bilateralidad que hace imposible la capacidad del Estado para dictar la legislación básica.

Cuando en Alemania el Estado recupera los derechos de representación ante la Unión Europea, nosotros establecemos un engorroso sistema que hace difusa la presencia de los intereses generales de España ante Bruselas.

Y cuando Italia dice no, todos los italianos, a una reforma constitucional que pretendía dividir al país entre regiones ricas y pobres, debilitando así la capacidad del Estado para garantizar la cohesión social, nosotros hacemos lo contrario.

Aquí, damos carta de naturaleza a un sistema de financiación que rompe el principio de solidaridad entre las regiones, menoscabando en la práctica la igualdad básica entre los españoles. En fin, que en vez de aprovechar la experiencia europea, la rechazamos de plano.

De hecho, sentamos las bases ya sé que esto hay gene a la que no le gusta oírlo y hay gente que prefiere mirar hacia otro lado, probablemente sea lo más cómodo, pero yo digo lo que creo y lo que creo que es verdad- pero estamos sentando las bases para hacer inviable al Estado a no muy tardar, rompiendo la igualdad entre los españoles y la solidaridad entre nuestras Comunidades Autónomas.

Estamos ahora, una vez más, en el brochazo y en la gran demagogia. Se dice no se rompe España. No, no se ha roto, evidentemente. Pero yo digo que, en no mucho tiempo, vamos a tener un Estado inviable y nos vamos a ver abocados a cosas que están haciendo otros ahora.

Como en otros momentos de la historia, volvemos a las andadas e insistimos en ir contra la marcha de Europa. Que en Europa se fortalece la capacidad de decisión de los poderes centrales para agilizarla, pues nosotros la debilitamos y la embarullamos para que nadie pueda tomar una decisión y responder por ella ante los ciudadanos. Que se profundiza en la unidad de mercado, pues nosotros la fragmentamos según los hábitos económicos de la Edad Media. Que se estimulan las políticas de solidaridad interregional, pues nosotros las condenamos al fracaso instituyendo el egoísmo interregional.

Lo más lamentable, insisto, es que esto sucede porque no se quiere escuchar el sentir de la inmensa mayoría de los españoles. La pregunta es de cajón. ¿Por qué no se consulta a los ciudadanos? ¿Por qué no se le da la voz al pueblo español en este tema? Así lo hizo Portugal en 1998 y así lo ha hecho Italia hace unas semanas. Es algo verdaderamente sorprendente que los ciudadanos de un país no puedan decidir sobre lo que va a ser su país en el futuro.

Queridos amigos.

Basta leer con detalle lo que dice el Consejo del Estado español para comprender por dónde debemos orientar nuestras energías nacionales a partir de ahora.

Lo que el Consejo de Estado ha planteado es de sentido común. España no puede convertirse en un Estado difuso, atrapado dentro de una madeja de intereses autonómicos que impidan la solidaridad entre territorios.

Alguien tiene que hacerlo- debe salvaguardar la igualdad en el ejercicio de las libertades y derechos de los españoles, y ese alguien ha de ser el Estado a través del Gobierno y la Administración central.

La soberanía del pueblo español tiene que sentirse sobre el conjunto del territorio. Ha de aplicarse como una capa de pintura homogénea sobre toda España y no a retazos que dejen partes de ella sin pintar.

Para eso está la legislación básica y para eso debe haber un gobierno que pueda atender eficazmente los intereses de los únicos propietarios del destino de España, que son los ciudadanos españoles.

Es necesaria, es imprescindible, sino no hay nada, la existencia de un Estado viable, capaz de representar una cultura compartida que refleje la unidad política de la sociedad española y que materialice unos valores que unan a sus ciudadanos y simbolicen un interés colectivo.

No se trata a hay algunos con argumentos brillantes -que lo han dicho- de eliminar el Estado de las Autonomías sino de evitar la mutación confederal a la que nos aboca al modelo pactado por Zapatero y los nacionalistas.

En realidad, como señalábamos en la Convención del Partido Popular del mes marzo, hemos fortalecer todo aquello que nos une, que es mucho. Por de pronto queremos que se salvaguarde la unidad y la pluralidad de España.

Queremos una única Nación en la que todos sean iguales en derechos y obligaciones. Queremos un modelo de Estado en el que tenga competencia aquella Administración que mejor pueda atender los intereses generales. Queremos un modelo que permita legislar con rapidez y eficacia, sabiendo en todo momento a qué administración corresponde cada competencia.
En fin, queremos que España respetuosa con su pluralidad pero que sea una realidad unitaria, con músculo para atender los intereses de todos y con objetivos colectivos que ilusionen y movilicen al conjunto de los ciudadanos.


Pero para lograr este objetivo es necesario implicar a la inmensa mayoría de los españoles en ello. Hay que transformar este objetivo en un proyecto colectivo de todos. No son diez millones, es el conjunto de la sociedad española.

El Partido Popular quiere hacerlo. Queremos contar con la voz de todos los que creen y sienten España. Por eso, nuestro programa electoral en las próximas elecciones generales apelará directamente al pueblo español en estos asuntos. Lo hará así porque únicamente el pueblo español tiene derecho a decidir sobre su futuro colectivo.

En eso consiste la soberanía: en que los ciudadanos sean los únicos propietarios de su destino. A ellos y no a una clase política, a un grupo de partidos o a un 35 por 100 del censo de una Comunidad Autónoma, sea la que sea, les corresponde en exclusiva decidir sobre cómo organizar colectivamente su vida.

Yo quiero que los españoles tengan libertad para hablar. No doy por supuesta su opinión como hace el señor Rodríguez Zapatero.

Mi talante no es tapar la boca a los españoles. Yo no quiero tratar a los españoles como si fueran menores de edad, porque les tengo un enorme respeto.

Como demócrata quiero someterme a la voluntad del pueblo en algo que creo que es fundamental. Mi compromiso es firme y mi propuesta se detallará con claridad y con sencillez.

Será entendible para todo el mundo y será acorde con lo que he dicho. Afirmaré cosas que todos creíamos que eran ciertas y que yo creo que seguimos creyendo una inmensa mayoría que son ciertas: la unidad de España, la soberanía nacional, afirmaré la necesidad de que haya un Estado viable, con competencias, con funciones, con recursos y libre, sin condicionantes. El único condicionante es la Ley y la voluntad de quien ostenta la soberanía nacional, que es el pueblo español. Afirmaré la igualdad de derechos, deberes, oportunidades y obligaciones entre los españoles. Y afirmaré que la cohesión social y la solidaridad personal y territorial son principios básicos para España. y de todo y sobre todo eso, las fórmulas sobre las que estamos trabajando se pronunciarán los españoles, tendrán la oportunidad de hacerlo, ya que otros han querido, en las próximas elecciones generales.

Queridos amigos.

Para el PP, España no es una emoción retransmitida. Para nosotros España es un proyecto colectivo: una vida en común ilusionante, una memoria, un presente y un futuro basado en sentimientos y valores compartidos.

Pero, sobre todo, para nosotros, como herederos de la tradición liberal iniciada en las Cortes de Cádiz,

España es libertad

. Libertad para vivirla desde el orgullo de poder contribuir personalmente a su grandeza y su progreso.

España y la libertad, dos palabras menospreciadas por Zapatero a lo largo de sus dos años de Gobierno. Dos palabras que se echan de menos.

Quiero que nuestro proyecto político las convierta en el eje de nuestras propuestas y de nuestra alternativa de gobierno. Quiero que sean el horizonte de un futuro que movilice a los ciudadanos en torno a ella. Quiero que sean la prioridad de un Partido Popular que desea estar a la altura de lo que de verdad está en el corazón de las ilusiones y esperanzas de los españoles. Creo que esto es posible.

Hay una demanda social que trasciende la edad, el género de las personas, su profesión, sus creencias e, incluso, sus ideas. Está en la calle. Se palpa a lo largo y ancho de la geografía de esta gran nación que sigue siendo España a pesar de Zapatero.

Lo escucho en la gente a la que veo y a la que trato. Lo he visto en todas partes, en las movilizaciones sociales que han tenido lugar y en el día a día de un país dinámico y emprendedor que no quiere avergonzarse de sí mismo ni tiene por qué hacerlo- y que quiere estar a la cabeza de los cambios del siglo XXI.

Por eso es la hora de España. De una España que está dispuesta a defender lo que ha logrado pacientemente durante los años de vigencia de su Constitución. De una España que no renuncia a seguir siendo la gran nación que es desde hace más de cinco siglos, la más vieja de Europa.

De una España sensata y laboriosa que mira hacia el futuro y localiza sus energías en prosperar y progresar dentro de un mundo global. De una España que sabe dónde tiene que estar, al lado de sus aliados, en Europa y en Occidente, comprometida con la defensa de la libertad y la democracia frente a quienes las amenazan. De una España que puede mirarse en el espejo de esa conciencia colectiva que es la dignidad del Estado de Derecho, que se respeta a sí misma y que defiende la legalidad sin avergonzarse ni apartar la vista de los ojos de las víctimas del terrorismo.

Queridos amigos.

No quiero terminar sin hacer algunos comentarios mucho más pegados si cabe- a la actualidad y lo que ha ocurrido en España en estos dos años. El eje de mi intervención ha sido el cambio brutal que, sin consultar a los españoles, se les ha impuesto a todos ello por un Gobierno irresponsable, que jamás planteó en su programa electoral nada de lo que está en marcha en estos momentos.

Pero, en el fondo, todo eso no es sino una parte muy importante de una gran operación que se ha producido en España, que nadie había pedido, que no tiene ningún sentido, que nada tiene que ver con los intereses del conjunto de los ciudadanos y que no se sabe a dónde nos puede llevar.

Aquí se ha liquidado todo lo que han sido los consensos de la España constitucional. Aquí se han liquidado las reglas de juego. La alternancia es consustancial a la democracia y cada partido presenta su programa. En teoría, todos defienden los intereses generales: unos con un programa concreto, unos con un objetivo el que estiman oportuno y conveniente. Se pueden hacer políticas distintas en educación o sanidad, se puede priorizar una u otra cosa.

Pero la democracia requiere que haya algunas, aunque sean pocas, reglas de juego, que son de todos, en las que todos estamos de acuerdo. Son las ideas que nos unen. Y esas reglas de juego en nuestro país y en cualquiera se plasman, fundamentalmente, en la Constitución o en lo que llamamos el bloque constitucional.

Y eso es lo peor de lo que ha ocurrido en España en los dos últimos años, que se han liquidado esas reglas de juego en la política territorial. Ningún partido tiene legitimidad para cambiar lo que es España, es que no la tiene. Porque los españoles en el 78 quisimos un modelo de Estado, el sistema autonómico, y eso sólo lo puede cambiar el conjunto de los españoles y no partes de distintas zonas de España.

Se ha roto una regla de juego que impregnaba esa Constitución y el Espíritu de la Transición, la revisión de la historia. ¿Quién le ha pedido a nadie que revise la historia?. ¿En qué beneficia eso a algún ciudadano español?. ¿Qué sentido tiene volver a debatir sobre lo que ha ocurrido hace 60 ó 70 años?. Habíamos acordado en el año 78, unos votando nosotros- y otros en las Cortes Generales, mirar hacia el futuro. Gentes que tenían orígenes políticos muy distintos se habían puesto de acuerdo sobre eso. ¿Por qué se revisa la historia?.

¿Por qué se revisa ahora la cuestión religiosa?. Había un acuerdo. Si aquí a nadie se le obliga a defender una determina posición ni a defender unas creencias u otras. Éste era un tema pacífico. ¿A qué viene ahora revisarlo todo?. Ésta es la mayor responsabilidad de este Gobierno.

Algunos dicen, en uno de esos brillantes argumentos, que usted de opone a todo.No, yo no. Yo digo que sí a lo que votamos todos. Yo digo que sí a lo que acordamos todos. Yo digo que sí a lo que nos reunió a todos. Yo digo que sí a las reglas de juego que nos dimos todos. Yo digo que, cuando se rompen las reglas de juego, tienen que opinar los españoles. Y este partido político dice que sí a lo que nos lleva uniendo 30 años, España, la España constitucional, la democracia, la libertad, el sentido común y mirar hacia el futuro.

Y aquí, en lugar de decir que sí a esto, se ha jugado a dividir para excluir. Es lo que ha ocurrido en España en estos dos años largos. Y en una situación de estas características caben dos actitudes: mirar para otro lado, decir que no es para tanto aunque sea para tanto, o intentar explicarle a la gente qué es lo que ocurre, que en muchísimos casos no es necesario porque los españoles son plenamente conscientes.

Un caso paradigmático de la ruptura de las reglas de juego es lo que ha ocurrido en materia de lucha contra el terrorismo. Había una regla de juego también, que era el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que se firmó en la Legislatura pasada, cuando Aznar era presidente del Gobierno. Ese acuerdo era un acuerdo muy sencillo y se entendía muy bien. Los dos grandes partidos nacionales, en teoría las dos fuerzas políticas que pueden gobernar en España en los próximos años, se ponían de acuerdo y le decían a los españoles y también a los terroristas: hay una política antiterrorista, no la vamos a cambiar gobierne quien gobierne, es política impedirá que se pueda producir ninguna negociación política ni que se pague ningún precio político, impedirá que los terroristas puedan estar en las instituciones democráticas. Y la única salida que daba, que era la única salida que le daba la sociedad española, era dejar de matar.

Eso debilitó a ETA, muchísimo, como nunca. Eso y el entorno internacional de lucha contra el terrorismo nos ayudaba mucho también. Y el fin de ETA estaba próximo. ¿Por qué se liquidó esa regla de juego?. ¿Por qué se liquidó ese pacto que había funcionado?. ¿Y es que el que se opone a que se cumplan los pactos es que dice que no?.

Yo digo que sí, que sí a que se cumpla la ley, porque la ley está por encima de cualquier otra consideración, que nosotros sepamos. La ley está por encima de los que estamos aquí, del Parlamento, del presidente del Gobierno hasta ahí podíamos llegar-o del jefe de Estado. Pido que se cumpla la ley. En España hay un sistema para modificar los marcos jurídicos: se debate en los parlamentos autonómicos y luego en el Parlamento nacional.

Yo ya adelanto que no soy partidario de cambiar el marco jurídico en el País Vasco. Pero, desde luego, de lo que no sería partidario es de una mesa de partidos absolutamente ilegal y mucho más de lo que decida esa mesa de partidos tengan que respetarlo como dicen algunos- los Estados español y francés.

Como yo soy partidario de que se cumpla la ley, quiero que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado sigan cumpliendo su función y también la Administración Penitenciaria, y también el Fiscal General del Estado.

Y como soy partidario de que se cumpla la ley quiero que siga en vigor la Ley de Partidos.

Porque de qué vale que haya leyes y luego no se cumplan. Y que se cumplan. No sólo que siga en vigor sino que sigan en vigor y que se cumplan. Y digo que sí a que se tenga en cuenta a las víctimas del terrorismo.

Pero suceden cosas en las últimas fechas que son incompatibles con estos sí a la ley y al sentido común. Cómo es normal que en el año 2006, en un país civilizado en Europa, un juez aparte de la lucha contra el terrorismo al comisario general de información, que el que manda en la lucha contra el terrorismo, y el ministro del Interior siga como si no hubiera pasado nada. No es normal. ¿Es que la gente no tiene derecho a recibir una explicación de este asunto?. Es una petición, creo, que llena de buen juicio y de sentido común, y que a la gente normal no le puede molestar.

¿O cómo se puede no explicar al conjunto de los españoles que haya un sumario abierto en un tribunal donde se diga que un etarra es avisado por algunos funcionarios de que puede ser detenido?. Tendremos derecho, al menos, a alguna explicación. Creo que tenemos derecho a mucho más que una explicación, a algunas dimisiones. Pero, hombre, al menos a alguna explicación.

Tendremos derecho también a alguna explicación sobre si hay o no compromisos, que todos los días publican los medios de comunicación, que todos sabemos lo que pasa con una organización terrorista.

Uno puede apuntarse a eso, el proceso de paz. Pero creo que es una enorme irresponsabilidad apuntarse a eso. Ya no se trata sólo de la irresponsabilidad o de la ilegalidad, que a algunos no parece preocuparlos. Estamos ante un problema de eficacia. Quien negocia, pretende ceder. En estas circunstancias, pierde siempre.

Es imposible ganar. Ya dejo a un lado, porque a algunos parece no preocuparle la ley o la moralidad o no de las decisiones, ya hablo incluso de un problema de eficacia.

Nosotros vamos a seguir dando la batalla, que es la batalla que da cualquier país normal y cualquier persona normal. Hay quien no quiere entenderlo, quien cree que es mejor mirar para otro lado. Pero alguien tendrá que asumir algún tipo de responsabilidad ante el conjunto de la sociedad española.

Estamos trabajando ya en una de las direcciones a las que he hecho antes referencia, en nuestra propuesta al conjunto de los españoles para que España siga siendo una nación, para que la soberanía nacional no se parta, para garantizar la igualdad y para que haya un Estado viable.

En cualquier caso, los populares queremos liderar un cambio social que devuelva a España la nitidez de los contornos de un Estado viable, capaz de ser un estímulo que dinamice el progreso y acreciente el bienestar de sus ciudadanos.

Queremos que hablen los españoles y que ejerzan su libertad en todos los ámbitos. Queremos políticas que incrementen la capacidad de decidir de los ciudadanos a la hora de fijar sus prioridades individuales y colectivas. Queremos políticas que devuelvan a los españoles su capacidad de decidir sobre el manejo de sus asuntos privados: sobre cómo educar a sus hijos y en qué lengua, sobre cómo desarrollar su vida laboral, sobre cómo conciliar ésta y su vida familiar o sobre cómo conducir sus negocios y profesiones.

Pero queremos, también, que los españoles no vuelvan a ser excluidos de aquellos asuntos colectivos en los que se discute sobre cuál ha de ser la idea de Nación que sustente las instituciones políticas en torno a las que se organiza su convivencia.

En fin, vamos a defender políticas que en todos los ámbitos hagan a la sociedad española más libre, más creativa, más flexible, más dinámica y más responsable de sí misma, justo lo contrario de lo que se está haciendo en algunas de las normas que se están aprobando en nuestro país.
Hay que devolver a la libertad su energía emprendedora y su capacidad para ilusionar individual y colectivamente. Y hay que hacerlo así porque es la mejor garantía de que España vuelva ser la Nación que todos hemos conocido hasta que llegó alguien al Gobierno

A los que dicen lo que va a pasar, yo les digo que esto tiene arreglo. Y lo tiene porque vamos a lograr que muy pronto sea la hora de España. De una España unida en su pluralidad, de una España viable, orgullosa y segura de sí misma. Y esto tiene arreglo porque vamos a convencer a la mayoría de los españoles de que se puede devolver a la Nación española su fortaleza y su ilusión de la mano del Partido Popular y sus propuestas. Lo que el señor Zapatero no ha querido que los españoles voten, van a tener la oportunidad de hacerlo, porque el PP no es que se la vaya a brindar, es que está obligado a planteárselo al conjunto de los ciudadanos.

Muchas gracias

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