De goles, patriotismos y conciencias
No entiendo nada de fútbol. De hecho, no me gusta el fútbol. El deporte y yo somos, para que engañarnos, bastante incompatibles.
No me cabe en la cabeza que por correr detrás de una pelota se puedan cobrar las cifras astronómicas que se cobran y que la capacidad intelectual, en cambio, no esté decentemente remunerada. No digo astronómicamente, digo decentemente.
Entiendo que los jugadores tienen que cobrar un sueldo, por supuesto. Entiendo que el futbolista trabaja con la pelota y que es justo que se le pague por ello. Ahora bien, se me escapa que haya señores que ganen por este trabajo infinitamente más de lo que ganarán en toda su vida un oncólogo, un arquitecto, un abogado y 10 profesores universitarios juntos. Estoy firmemente convencida de que eso es inmoral y de que, además, no revierte en la calidad del deporte ya que ha quedado bastante demostrado que muchos de los ídolos del balón, en el momento en que ascienden a la categoría de estrellas relegan al deporte a un segundo plano. Con sus futuros asegurados, y el de sus hijos y el de sus nietos, jugar al fútbol se convierte en un asunto de mucha menor importancia que pasearse por cuanto sarao haya ,ataviado con la última camisa de Dolce & Gabanna, cortarse el pelo a la última o exhibir novias con cuerpos de infarto y deportivos último modelo que duran menos que una Liga.
En fin, hasta aquí las consideraciones éticas acerca del aspecto económico del deporte.
Las competiciones a nivel mundial son una cosa bonita. Es una idea hermosa el que diferentes países compitan de forma amistosa por un título. Y que las aficciones de los diferentes países sigan a sus equipos y se enorgullezcan de las victorias de los suyos. Y que suenen los himnos y se icen las banderas y que la gente a través de esa victoria deportiva pueda sentirse próxima a su vecino de metro en el camino al trabajo a la mañana siguiente. ¡Precioso!
Ahora bien. ¿Qué ocurre cuándo lo único que hace moverse a la gente es el deporte? ¿Qué pasa cuándo todo el mundo considera normal y estupendo colgar una bandera de tu balcón si juega la selección pero esa misma bandera es considerada un símbolo faccioso cuándo acudes a una manifestación en favor de las Víctimas del Terrorismo?
Parece que todos estamos felices y contentos. En los dos primeros partidos del Mundial la selección española ha obtenido dos victorias estupendas. Siete goles que han tenido un efecto anestésico en una sociedad que vive de por si, permanentemente anestesiada.
De repente, uno sale a la calle y no se habla más que de fútbol. Ayer por la noche no era necesario el televisor para saber como iban las cosas. Gritos, algarabía, olés, Españas, bocinas de coches durante horas. ¡¡¡¡España va bien!!!! Qué bien, ¡España va cojonuda! Opá vamo a ganar el Mundial
Y en fin.....En nada de tiempo aquí se ha votado un Estatuto que va a traer muchísimos problemas y esa, señores, ha sido una victoria pírrica, no un 4-0. Previamente en esta España que va tan bien hemos visto como se abuchea y se pega a quienes se atreven a disentir de los planes nacionalistas. Pero no pasa nada, Fernando Torres ha metido tres goles. ¿ A quién puede importarle lo que les pase a Arcadi Espada, o a Acebes, o a Rajoy? ¿Qué importa que Cataluña haya emprendido una carrera enloquecida hacia la radicalización? ¿A quién le importa que a un tendero le puedan multar por poner un letrero en español en su tienda? ¿Y la libertad de los padres para decidir que sus hijos puedan acceder a la educación en castellano? ¿Y los créditos a los partidos? ¿Y las Opas?
Lllevamos dos días viendo como dos mal nacidos se ríen de los españoles de bien. Dos ratas, capaces de descerrajar un tiro en la nuca a un chaval al que tuvieron metido en un saco como moneda de cambio imposible a sus demandas. Allí sentados, encantados de la vida, tomándole el pelo a la Justicia española. Luciendo sus sonrisas delante de la mujer a cuyo hijo asesinaron de la manera más cobarde posible. Confiados en que tienen la batalla ganada, con su as escondido en la manga. No se pagarán precios políticos!!!!! nos repiten desde el anuncio de la tregua para apaciguarnos, pero la sonrisa de Txapote, Amaia y el resto de los canallas que han pasado por la Audiencia Nacional desdice a nuestro presidente o, por lo menos, hace que nos entren dudas más que razonables a este respecto. Parece que la sepiente se enrosca cada ves más a la rosa pero Fernández de la Vega no se arruga y Zapatero no pierde su sonrisa. ¿Y qué importa? Raúl marca un golazo. Pobre chico, se lo merecía, sigue siendo un gran futbolista, a ver si así le dan un respiro....Opá vamo a por los octavos.
Y se cumple el aniversario del atentado de Hipercor en el que veintiuna personas fueron asesinadas por los de hacha y la serpiente....pero de eso ya hace muchos años y nadie se acuerda de ellos. No recordamos sus nombres ni en estos días nadie nos los recordará. ¿Para qué? Ahora sólo hay que hablar de Villa, de Puyol, de Casillas. Esos son héroes vivos, a los muertos ¿quién los quiere?
Y aquí estamos, encantados de ser españoles. Mientras los que mandan pisotean España, mientras se sientan con los asesinos, y les miran a los ojos, mientras Gerry Adams viene a dar consejos a sus amiguitos los que matan y lecciones a las víctimas. Mientras todo rastro de decencia y dignidad se esfuma en nuestras narices. Y nadie dice nada, y nadie hace nada. Y nos dan un buen chute de fútbol y somos como yonkis en plena euforia.
Y yo pienso en Miguel Ángel y en que le hubiera gustado ver ganar a la selección. Y en los que faltan de las Casas Cuartel que ya no podrán celebrar más goles. Y en los críos de Jiménez Becerril que no pueden sentarse con su padre a ver el fútbol. Y en Irene, que tuvo una infancia sin deporte cuando esos con los que se va a pactar le dejaron sin piernas.
Pero aquí no pasa nada. Pan y fútbol señores. Goles, patriotismo infantil y nula conciencia