Mentira o ruptura
No importa cuantas veces se repitan las mentiras; la verdad siempre se sabe. Cuando en una relación alguien miente, oculta algo o, sencillamente, no es sincero, todo acaba por pasar factura.
Es difícil asumir una mentira. Mucha gente cree que es mejor guardarse la mentira para uno mismo, no desvelar ese instante crítico dentro de la fragilidad de las relaciones humanas. Otros no dudan en proseguir con su mentira, viviendo una ficción. Porque es para ellos la única manera de conservar la cordura y la coherencia de su mundo. Construir algo desde una mentira no deja de ser otra gran falacia. Pero hay gente que, por interés, por ignorancia o por debilidad, miente, engaña o, sencillamente, mete la pata. Y en ese momento se prueba la valentía de su espíritu. Aquellos que prosiguen su existencia con la mentira como fundamento demuestran vileza, cobardía e ignorancia. Aquellos que se atreven a decir públicamente “lo siento” o “me equivoqué” maduran espiritualmente, aun a costa de que la fantasía en la que viven se vaya a pique.
No es fácil entender los motivos de un error o de una mentira, pero sí los de su continuación. Miedo, cobardía, temor al rechazo, al ridículo. Otros lo hacen por mera incapacidad; es decir, porque no saben hacer otra cosa y necesitan engañarse a sí mismos para creerse alguien mejor. Y de estos, no os confundáis, los hay en todas partes.
Reconocer un error y rectificar es de sabios, según dicen. No lo sé. Lo único que sé es que continuar una mentira sí es un error. Y ese error se puede producir a nivel de relación de pareja o entre políticos y votantes. La mayor mentira no es que la ETA se esté rearmando en otro proceso claro de tregua trampa. La mayor mentira es que el gobierno se tape los ojos y repita el mantra absurdo de vendernos la paz. Señores votantes, afiliados y diputados socialistas, miembros de la izquierda en general, repetir una mentira sólo produce otra gran mentira. Querer negar la realidad es infantil y ridículo. Pero todavía están a tiempo de que sus próximas palabras sean “lo siento, nos equivocamos”.
Pero eso sí, al igual que en una relación de pareja, en esos momentos de crisis, se producen rupturas, circunstancias de terrible dolor que procuramos alejar de nuestra mente. Pero no por ello dejan de ser reales. No se engañen, amigos, ayer la multitud de personas que nos manifestamos (más allá de las ridículas cifras y la obsesión por la inquina y la mentira), lo hicimos porque queremos que ustedes digan “basta ya”. Queremos que dejen de proseguir una ficción basada en una mentira. Queremos que detengan esa eterna bola de nieve que se mueve en sus cabezas.
Cuando uno dice “perdón”, la gente suele perdonar, aunque no olvidar. Y es eso lo que ustedes más temen. Temen que por reconocer su error, su obcecación, su pábulo al chantaje, el pueblo les de la espalda. Porque, como ya dije anteriormente, el olvido no tiene fin. En una pareja, decir adiós supone querer olvidarse de los buenos momentos y eso es difícil, por pocos que fueran. Pero en una circunstancia tan extrema y grave como la aceptación del terrorismo, de la utilización del terror provocado por la muerte indiscriminada y sin justificación posible como elemento del juego democrático, ustedes han manchado su pensamiento y sus manos de sangre, de esa misma que una vez derramaron los asesinos y que nosotros, ayer, volvimos a conmemorar en la comunión de nuestra presencia. Reconocer que el terrorista puede siquiera en lo más remoto obtener cualquier rédito, ya sea político, social o económico, de su acción vandálica es disparar al corazón mismo de la democracia y del Estado de Derecho. Es ir contra la voluntad del pueblo que se otorgó a sí mismo en 1978 una Constitución de reconciliación. Es reconocer que ustedes, amigos de la izquierda, siguen queriendo utilizar la violencia para conseguir lo que no se ven capaces a través de la palabra.
Esta mentira es su modo de vivir. Pero siempre se consiguen mejores cosas con la verdad por delante, aunque duela.
Ayer, 25 de Noviembre de 2006, cientos de miles de ciudadanos españoles se lo volvimos a recordar a esa parte de la sociedad que voluntariamente está rehén de la mentira. Abrid vuestros corazones, atreveos a decir “no” al terror y a la falsedad y recibid nuestro apoyo y abrazo de bienvenida a un mundo nuevo, un mundo donde, sí, las cosas duelen, pero precisamente porque duelen, sabemos que estamos vivos. De igual manera que España se siente viva precisamente porque llora y siente el dolor de sus víctimas.
Publicado originalmente en La Bola de Cristal.