El país de las paradojas. ¿El delito? Amar a España
En España no es delito manifestarse para reivindicar "los derechos civiles y políticos" de los etarras. Tras larguísimas dilucidaciones para saber lo que es y no es ETA, tras haber ilegalizado HB para luego permitir que el Partido Comunista de las Tierras Vascas ocupe su lugar, después de que el mismísimo Conde Pumpido nos explique a todos los españolitos que los batasunos tienen todo el derecho del mundo a manifestarse como ciudadanos (se entiende que no precisamente a favor de los derechos de los indios aymara) y que finalmente el juez Marlaska prohiba un congreso cuyo fin era evidente para todos los españoles menos para el presidente del Gobierno y su flamante fiscal General, los batasunos, los asesinos, convocan, esta vez como ciudadanos independientes un acto en el mismo lugar y a la misma hora. Sospechoso, insultante, grotesco, pero no delictivo
Recuerdo las manifestaciones del pasado año, no las de estos respetables ciudadanos de batasuna sino las otras, las que no le gustaban a Rodríguez. Las de las víctimas, las de las familias, las de los niños y las monjitas, las de los profesores y los padres horrorizados ante los planes demenciales de destrucción a diestro y siniestro de cualquier vestigio de sociedad sana y coherente. Manifestaciones de españoles a los que les preocupa España. Recuerdo las paradas a los autobuses, las peticiones de documentación, las declaraciones de Conde Pumpido ante tan gravísimos hechos, asegurando que se vigilaría muy de cerca que no se incurriera en actos delictivos. En la España de ZP los héroes han sido convertidos en villanos y, por desgracia los villanos campan a sus anchas y se han hecho con el control del país. Un país en el que todo es justo al revés de como debería ser.
En la España de Rodríguez no es delito amenazar de muerte a alguien desde las líneas de un periódico. Ni siquiera puede esperarse que dicho medio deje de recibir subvención pública, lo que significa en última instancia que el propio amenazado está pagando con sus impuestos a la persona que le amenaza. Indignante, alucinante, pero al parecer, tampoco es delito.
En esta nueva España puesta del revés parece sin embargo que quieren convertir en delito el que determinada gente escriba en contra de ese engendro Españicida que es el Estatuto, porque la discrepancia en la España de las maravillas del iluminado de la Moncloa va a dejar de ser legal. Y qué decir del que se atreva a escribir sobre la Guerra Civil algo que no sea del agrado de Carod Rovira. A la cárcel!! que es donde deberían estar los disidentes.
No es delito en nuestro país que un político compare a los militares españoles con los malnacidos de ETA, no es delito que un señor se reúna en Perpiñán con la banda terrorista para decidir a quién se puede disparar y a quién no, tampoco es delito quemar banderas de España ni romper páginas de la Constitución, ni asaltar la casa de un periodista luciendo chicha y carnet parlamentario en boca. No es delito encadenarse enmascarado a las puertas de un medio de comunicación que no es la SER, ni recibir con alfombra roja a un personaje como Arnaldo Otegi dándole categoría de interlocutor a alguien que no es sino un cómplice de innumerables asesinatos. Hace ya muchos años que en España no es delito el asesinato de niños inocentes y por supuesto tampoco tiene nada de delictivo que el director de un hospital decida finiquitar a sus pacientes.
Y si finalmente estas personas se deciden a cometer algún asesinato tampoco deben preocuparse demasiado que nuestro fantástico sistema penal les favorece y los muertos por terrorismo salen bien baratos. A la salida siempre pueden poner un negocio en la casa de la viuda de su víctima y, mientras tanto determinados políticos piden pensiones para los terroristas por los servicios prestados o cualquier desgraciada que dirija una cárcel puede afirmar sin rubor que los etarras son personas honradas y cultas ( será por los títulos obtenidos sin examinarse que aun encima les conmutan pena) y que deberíamos aprender de ellos. Olvida esta señora las causas por las que sus admirados amiguitos están en la institución penitenciaria que ella dirige: asesinato, extorsión, secuestro...¿Recuerda la Martínez a su compañero Ortega Lara? sus honrados defendidos le sepultaron durante dos años en un zulo en el que ni siquiera se tendría animales sin la correspondiente denuncia de la Sociedad Protectora. Indigno, cobarde, bajo hasta lo inimaginable la defensa de estos individuos, pero tampoco es delito.
Y mientras tanto se arresta al Teniente General Mena por recordar a sus hombres que la misión del Ejército es la defensa de España, por invocar a la Constitución para salvaguardar la unidad. No hubo en sus declaraciones nada escandaloso, ninguna arenga a la insurrección. Este hombre ha sido castigado simple y llanamente por decir que debe defender aquello que juró defender. El señor al que mi país le tocó en una rifa y su servil minijtro declaran con toda su desvergüenza que no hay malestar ni en el Ejército ni en la sociedad. Leo la carta del capitán González Calderón, un hombre joven, con una familia y que decidió servir a España por un sueldo miserable, por un reconocimiento social nulo, simplemente por amor a su país. Yo a eso lo llamo generosidad y entrega. La carta no dice nada más que verdades y refleja los sentimientos de una persona que ve como se están repartiendo España como se repartieron las vestiduras de Cristo. La carrera de este hombre a la basura por una carta que cualquier español decente podría haber escrito sin cambiar una sola coma.
¿Cómo se sentiría el médico si tuviera que enseñar a sus discípulos a matar en lugar de a salvar? ¿Qué pensaríamos si los arquitectos enseñaran a las generaciones futuras a volar edificios? ¿Cómo se supone que deben los mandos explicar a sus hombres la voladura de España? Pero claro, son militares y eso es, de por si, casi delito y hablar supone un delito mucho mayor. A los bucaneros en el poder poco les importan el honor, el valor, la entrega o el sacrificio porque jamás entendieron de ellos.
Y por desgracia en este país desnortado cada vez está más clara una cosa. El peor de los delitos tiene un nombre: Amar a España