"Creo que en cualquier época yo habría amado la libertad, pero en los tiempos que corren me inclino a adorarla" (Alexis de Tocqueville)

viernes, febrero 04, 2005

Manifiesto por el NO a la Constitución Europea

Ayer comenzó la campaña electoral del plebiscisto zapateril. ¡Qué divertido anoche Moratinos en Telemadrid diciendo que iba a haber muchísima participación! Igual hasta se lo ha creído. Eurostat pronostica una participación del 36%. También declaró Moratinos a "Diario de la Noche" que se habían repartido más de 6 millones de ejemplares de la Constitución y que "no había que leer la letra pequeña, sino la letra política" de la Constitución. ¡Toma ya! ¡Arriquitaun!

Bueno, vamos al Manifiesto, al que se une quien esto suscribe:

Los abajo firmantes queremos transmitir a la opinión pública nuestra decisión razonada de votar no en el próximo referéndum de ratificación de la Constitución europea.

La ausencia previa de debate, con una elaboración cerrada en las clases políticas, la falta de información a los ciudadanos, la utilización abusiva de la consigna y el simplismo inducen a pensar que estamos ante un intento de plebiscito a la figura del actual presidente del Gobierno, quien pretende presentarse ante sus pares como el más europeísta convocando en solitario un referéndum con el que se trata de hacer asumir la Constitución a la trágala.

El mismo presidente que trata de legitimarse por este medio indirecto es el que rechaza cualquier relación entre la masacre de Atocha del 11 M y la victoria electoral del 14 de marzo. El mismo que no condena los terribles atentados contra la democracia acaecidos durante el 13 de marzo, con caceroladas, acosos a sedes del PP, manipulaciones mediáticas y criminalización de una parte importante de la sociedad española.

Intelectualmente resulta incomprensible, e incluso un insulto a la inteligencia, que los mismos mentores prediquen contra cualquier sacralización de la Constitución de 1978, o la existencia de una Constitución para todos los españoles, mientras se incide en la necesidad de respaldar otro texto, que la mayoría de los españoles ni tan siquiera conoce.

El texto de la Constitución en sí plantea muy serios interrogantes y muy graves problemas incluso de conciencia por la negación de las raíces cristianas de Europa. La referencia genérica a las religiones resulta, además de una impostura histórica, un eufemismo. La negación de una realidad evidente no puede ser entendida como otra cosa que como una manifestación de sectarismo, al que es preciso oponerse.

El proyecto político que trata de definir el texto, de lo que puede cuestionarse que sea una Constitución propiamente dicho, pretende, en su intencionalidad, generar una potencia alternativa a los Estados Unidos, con nostalgias imperiales de algunas de las naciones europeas, cuando la sensatez induce a apostar por el fortalecimiento de la relación trasatlántica, que fue fundamental en la resolución de la crisis de los Balcanes.

Destruyendo el Tratado de Niza, que se movía en la línea del consenso y el equilibrio, notas distintivas de la Unión Europea hasta el momento presente, el resultado es el intento de establecer la hegemonía de Francia y Alemania –dos expotencias atenazadas por el intervencionismo- sobre el resto de naciones.

Intensificar, con esas connotaciones artificiales, la unión política sólo puede conducir a intensificar las tensiones y a incrementar las bolsas de colocación para las clases políticas, que utilizan ya a Europa como coartada burocrática para onerosas jubilaciones. En ese sentido, resulta absurdo generar un presidente europeo, de competencias difusas, mientras se mantienen, al tiempo, las presidencias nacionales. Lo mismo cabe decir del futuro único ministro de Exteriores, mientras se mantienen las cancillerías nacionales. Eso sólo conducirá al aumento de la burocracia y a conflictos de intereses. La tradición de Europa, y en lo que ha sido eficaz la Unión Europea, no se mueve en la narrativa de unos supuestos Estados Unidos de Europa, sino como zona de libre cambio y de libre circulación de las personas. En esa línea, resulta ingenuo pensar que nuestros problemas internos van a ser resueltos mediante su proyección al ámbito internacional.

Es preciso rechazar que la decisión en la próxima consulta popular sobre la Constitución se mueve en términos del tipo Europa sí o no, o que cualesquiera de las opciones representen, de partida, más o menos europeísmo. Una victoria del no simplemente nos retrotraería al Tratado de Niza, en el que la posición de los intereses españoles está mucho mejor definida y representada.

Adhesiones
Enrique de Diego, periodista y escritor; Álex del Rosal, editor; Guillermo Dupuy, sociólogo; Joaquín Santiago, periodista; Miguel Gil, periodista; Ricardo Rico, empresario; Pilar Brañas, empresaria; Graciela Wangüemert, abogada; Juan Delgado, periodista; Silvino Lantero, Inspector de Educación, Santiago Fontela, periodista, José Ignacio Lorente González, atlantista, Luis Gómez Fernández, investigador, José María Fernández Gutiérrez, periodista, Juan Carlos Díez Villarreal, abogado, Francisco Alamán Castro, Horacio Vázquez-Rial, Ángel Barrientos, Sancho Michel de Diego, Lucas Deyà Ojeda, Pedro Morales Martín, Benito Varela Castro, técnico ambiental, Carmen Calamardo Álvarez, historiadora, Antonio Cabrera, ingeniero y escritor, Alfonso Calatrava, Diego Ríos Padrón, Iván Ramos, Javier Rey Sola, escritor, Francisco González, Sofía González Lahera, abogada.

Para sumarse al manifiesto: mailto:ediego@epoca.es?subject=Me

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