¿A qué precio, Zetapé?
El pasado día 9 de febrero a las 09:30 horas, estallaba un coche-bomba de la ETA en el Recinto Ferial de Madrid (en el Imperio Carodlingio, gracias al pacto de Perpignan, no hay bombas), a escasos 500 metros de donde por la tarde los Reyes de España y el Presidente de Méjico, Vicente Fox, iban a inaugurar la exposicion ARCO. Más de 40 heridos, numerosos destrozos, colapso circulatorio, indignación ciudadana. Demostración de que los terroristas pueden saltarse el cinturón de seguridad de protección de la Familia Real. A esto hay que sumar el coche-bomba de Guecho de fechas recientes, así como las bombas en gasolineras madrileñas durante el Puente de la Constitución. ETA va, poco a poco, incrementando la violencia de sus actos. Superado el efecto del 11-M, ha vuelto al coche-bomba indiscriminado. Y seguirá, desgraciadamente, subiendo el listón.
“The Times” aprovechó el atentado para atacar la candidatura de Madrid 2012, al recordar la visita hace pocos días de los miembros del Comité de Evaluación del COI a la capital española y cuestionar la seguridad de la ciudad. (¿Cómo pudieron los etarras saltarse la seguridad del lugar al que los Reyes iban a acudir al día siguiente? Gran incógnita que debe explicar y suficientemente el Ministro del Interior.)
Inmediatamente, el Presidente del Gobierno, desde Polonia a donde había ido a reunirse con vaya usted a saber quién, puesto que el presidente polaco estaba reunido con George Bush, condenaba tal acción y nos decía que para los que ponen bombas el único futuro es la cárcel. Sin embargo, desde hace semanas se viene rumoreando que el Gobierno está manteniendo contactos con los asesinos. Desde el Gobierno, la Vicepresidenta y el Ministro del Interior, desmienten estos contactos. Yo no les creo.
Imaz, Presidente del PNV que se reune “discretamente” con ZP, habla de “bajar a los infiernos”. Él, desde el infame Pacto de Estella –que no es ni más ni menos que el antecedente inmediato del Plan Ibarreche, ante el terror del nacionalismo por la reacción ciudadana denominada “Espíritu de Ermua”, que se produjo tras el asesinato a cámara lenta del concejal del PP Miguel Angel Blanco- sabe mucho de eso. Mariano Rajoy exige que no se mantengan estos contactos con ETA (si se descubre que así es y que existen, el PSOE habría incumplido y roto el Pacto por las Libertades) .
Joseba Permach (Batasuna-ETA) ha declarado hace unas semanas que gentes del PSE están manteniendo contactos con dirigentes de Batasuna. El diputado del PNV, Olabarría, dice que los contactos entre el Gobierno y ETA existen. Ayer Telemadrid desvelaba que Jesús Eguiguren, del PSE, se habría reunido con Otegui en Zarauz en fechas recientes. Y que dichos contactos contaban, desde el pasado verano, con la aprobación tanto de Patxi López como de Rodríguez Zapatero. Contactos que se habrían establecido por presiones del sector nacionalista del PSE: a saber, Odón Elorza, Gemma Zabaleta y el propio Eguiguren.
Me dirán que otros Gobiernos también se han sentado a hablar con ETA, para establecer comparaciones con el Gobierno de Jose María Aznar. Y es verdad. Gente cercana al Gobierno de Aznar mantuvo conversaciones con ETA en Suiza. Todos lo sabemos.
Pero, en primer lugar, ETA había declarado previamente una tregua. La famosa tregua-trampa, vaticinada por Jaime Mayor Oreja, que sólo sirvió a la banda criminal para reorganizarse. Ahora ETA está colocando coches-bomba. El último coche-bomba había estallado en Madrid hacía casi 3 años.
Por otro lado, el Gobierno de Aznar informó a la opinión pública que se estaban manteniendo esos contactos y dejó claro, desde el primer momento, que no habría concesión política alguna. Fueron contactos con luz y taquígrafos.
El Gobierno de Zapatero niega esos contactos mientras podría estar negociando en secreto. Recuerda la cosa demasiado a la negociación de Perpignan.
ABC ha desvelado que ETA pone como conditio sine qua non el acercamiento de sus presos y una posible amnistía, vía indulto. O sea, condiciones políticas. Aceptar condiciones políticas es humillar a los 817 asesinados y los miles de heridos por esta banda asesina. Y quien esto escribe, se siente cercana a las víctimas y lejana a sus verdugos. La equidistancia entre los asesinos y sus víctimas es inmoral e inaceptable. Por cierto, que es el mismo Gobierno que no envió a su Alto Comisionado para Algunas Víctimas a una manifestación de la AVT y que trató de silenciarla para que fracasase. Gobierno del mismo partido que el Señor Belloch. Ese que escribe que tiene una “bestia dormida dentro” (sic), que tilda de fascistas a los ciudadanos que se manifiestan en apoyo a las víctimasdel terrorismo y que plasma en papel que él como Ministro del Interior se contenía por motivos de representación institucional en los funerales por las víctimas de ETA.
Estamos, pues, volviendo a los años 80, retrocediendo en el túnel del tiempo y destrozando todo lo logrado hasta ahora. El Gobierno de España, en lugar de seguir por la senda del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que consiguió, con la ley en la mano, arrinconar a ETA y todo su aparato, ha decidido dar un balón de oxígeno a los terroristas. La experiencia dice que negociar con ETA sin negarse a negociar condiciones políticas y sin que ésta haya abandonado las armas definitivamente, es letal para la lucha antiterrorista. Y en los años 80 ETA asesinaba mensualmente y sus víctimas eran enterradas en la quasi-clandestinidad. ¿Recuerdan?
Con un discurso tibio frente a Ibarreche en el Congreso de los Diputados, con continuas concesiones al nacionalismo (catalán o vasco), con contactos con ETA en secreto, el Gobierno está, consciente o inconscientemente, favoreciendo la resurrección de ETA. El terrorismo callejero, ha repuntado alarmantemente –un 40%- en el País Vasco, ante la ineptitud e ineficacia del Consejero Balza. Los atentados de ETA van subiendo, poco a poco, en intensidad. Y el Gobierno a lo suyo.
Dicen que Rodríguez Zapatero se ha propuesto ser el Presidente que anuncie el fin de ETA (para, por descontado, utilizarlo partidistamente, que aquí nos conocemos todos). Pero yo me pregunto y le pregunto: ¿a qué precio Zetapé?