Los traumas de Rodríguez
Hay comparaciones tan rastreras que Rodríguez debería ahorrarse, y ahorrárnoslas a los demás para no revolvernos las tripas. Que nuestro presidente por accidente tiene serios problemas para la interpretación de la realidad es algo, por desgracia más que demostrado. Que sus traumas de infancia le den bula para reírse del dolor de las víctimas es cosa bien diferente.
Cuándo María Jesús González apeló a los sentimientos del iluminado monclovita, instándole a qué se pusiera en su lugar jamás pudo pensar en la respuesta que iba a encontrarse. Ni María Jesús González ni nadie en su sano juicio, porque la salida de ZetaP desafía las leyes de la cordura más elemental.
Rodríguez es huérfano....de abuelo. A su abuelo le mataron en la Guerra. Hasta aquí una cosa de lo más normal. La familia de Rodríguez perdió a uno de sus miembros, como la inmensa mayoría de las familias españolas. El abuelo de nuestro presidente murió en el frente y a buen seguro que el fusil que él empuñaba segaría (que no sesgaría) la vida de otros que estaban al otro lado. Terrible, sin duda, pero ya sabemos que las guerras no son amables y que las consecuencias son muertos. Muertos para los dos bandos, viudas para los dos bandos, niños sin padre en los dos bandos.
Pero no, no todos somos iguales. Para algunos el mundo empieza y acaba en ellos mismos y asumen la Filosofía del primero yo, después yo, luego yo, siempre yo y nadie más que yo. Este egocentrismo disparado les hace absolutamente insensibles al dolor de los demás y adquieren la capacidad de poder relativizarlo todo para convertirse idefectiblemente en los protagonistas. El señor al que le tocó España en una rifa es un clarísimo ejemplo de este trastorno, sin él no se explica la respuesta que tuvo el cuajo de dar a una mujer a la que una bomba puesta por unos malnacidos le arrancaron una pierna y un brazo. Una mujer que tuvo que ver como a su hija de doce años le amputaban las piernas, y con ellas su infancia.
Rodríguez considera que se puede poner perfectamente en su lugar. En el lugar de Irene, en el lugar de María Jesús, en el lugar de los padres de Miguel Ángel Blanco y en el de todas y cada una de las víctimas de los asesinos de ETA. Él sabe lo que es dolor, porque creció sin conocer a su abuelo, porque su abuela quedó viuda.
María Jesús González le respondió al Presidente solidario que la comparación era todo menos afortunada. Ellas no fueron a ninguna guerra, ni ellas ni los 198 guardias civiles, ni los 31 menores de edad, ni los 4 periodistas, ni los 104 militares, ni los 32 políticos, ni los 8 jueces y fiscales, ni los 40 empresarios, ni los 4 funcionarios de prisiones, ni los 145 policías nacionales, ni los 24 locales ni los 15 ertzaintzas. Tampoco fueron a ninguna guerra los civiles asesinados por los de la serpiente y el hacha. Son víctimas, todos ellos, de unos terroristas cobardes que matan por la espalda y con la bomba. No en una trinchera Rodríguez, no en ninguna guerra. Y no señor, usted no se imagina, ni remotamente el dolor de todas estas personas. Usted no sabe lo que debe ser una adolescencia sin piernas, ni que el asesino de tu marido abra su negociete en los bajos de tu casa, ni estar encerrado en un zulo 532 días, ni asistir indefensa al anuncio del asesinato de tu hijo, vivir la espera minuto a minuto para que al final unos miserables le descerrajen un tiro en la cabeza y lo dejen moribundo tirado en el monte.
Y sobre todo, usted no sabe de impotencia al ver que quien juró (o prometió en su caso) obediencia a la Constitución, quién debía defender a España y a los españoles les venda y les insulte. Usted no sabe lo que es sentirse desolado, indefenso e impotente al comprender que quienes ganan son los malos. Usted no sabe nada, ni siente nada más que a si mismo.
Leía hoy la carta de Consuelo Ordóñez, a quién también tuvo la desvergüenza de comparar su dolor de niño sin abuelo con el del asesinato de su hermano Gregorio. Al abuelo de Consuelo también le mataron en la Guerra, los del bando del abuelo de Rodríguez, y no en el frente. Pero además todos sabemos lo que pasó con su hermano. No en la Guerra, Rodríguez, no en la Guerra.
Me decía mi madre ayer que España está en manos de un loco malo, al estilo de Calígula, al de Nerón. Un tirano enloquecido. Sin duda Rodríguez es carne de diván. Lo demencial del asunto es que su terapia consista en machacar a media España a la que culpa, sin duda, de la muerte del abuelo al que nunca conoció. Somos el chivo expiatorio de sus traumas infantiles, de su odio, su rencor y su incapacidad para asumir las realidades.
Mientras tanto, los españoles decentes continuaremos apoyando a las víctimas. Gritando bien fuerte que no todo es lo mismo. Que si debe haber vencedores y vencidos. Que no habrá paz mientras nos pleguemos ante los asesinos. Que el 25 Madrid lo grite bien fuerte. NEGOCIACION EN MI NOMBRE NO!!!!!!!