A propósito de Aldros.
Ains... en fin... Esto es terrible. Terrible, realmente. Sin lugar a dudas.
Antes las cosas eran de otro modo, con lo lento que era el correo y lo pésimo de las comunicaciones terrestres, uno como mucho se veía acosado por la gente que lo rodeaba en su pueblo. De hecho incluso la mayoría de esa gente quedaba automáticamente descartada porque no existía el trato mínimo exigible para que tuviese el morro de pedir nada. Ahora ya no es así. Esto de Internet... Ahora alguien que vive en Las Rozas le puede pedir a alguien de Albacete que hable con algún amigo suyo, a ver si puede pedir a algún conocido que le pida a no se quién que no sabes ni dónde vive ni cómo se llama que haga esto o lo otro o lo de más allá. El caso, es el que el no se quién, viva lo mismo dos calles más arriba que el emisor inicial o tres países por medio, recibe el parpadeo amarillo de la ventanita del mensajero en como mucho unas horas de un amigo suyo al que nunca ha visto pero con el que ha compartido muchas horas de risas a través de este infernal medio. ¿Cómo vas a decir que no? Pues no lo dices, claro. Dices que sí, que vale. Que estarás encantado. Y el caso es que es así.
El blog de Anghara. Un blog de referencia, sin lugar a dudas. Yo estaba pululando por la red el día que se creó. Recuerdo que en aquellos días sólo escribía en él Anghara. El estilo ágil y directo de la autora del blog se ha convertido sin duda alguna en un referente del mundo blog. En realidad, no entiendo el afán de su dueña por acaparar colaboradores. Era uno de los mejores blogs del ciberespacio cuando escribía ella sola. ¿Para qué tanto colaborador? El caso es que a uno le ofrecen escribir en él y no puede negarse. Sería como decirle a Pedro J. que no quieres escribir en su periódico. O peor aún, y más por estos lares, decirle a D. Federico que pasa uno de asistir a su tertulia. ¡Herejía! Pues eso. Lo mismo.
¿Y Aldros? ¿Qué puede aportar este humilde servidor en este blog? Pues poca cosa... la verdad. Vean ustedes el elenco de estrellas que pulula por aquí. Impresionante. Uno se siente apabullado... ¡Qué decir! Pues Aldros... Aldros... ¡qué! Aldros intentará no quedar demasiado mal... que ya no es poco.
Lo que pasa es que... a veces... a veces... uno se pregunta... ¡cómo no preguntarse!... si el esfuerzo merece la pena. Claro, dense cuenta de mi duda existencial. ¿Cómo luchar contra la IGNORANCIA? Cuando Gutenberg inventó la imprenta se extendió la práctica de la lectura. La carencia entonces era de medios para alcanzar a adquirir más de un libro. La mayoría de la gente no podía aspirar a más (ni a menos) que a un único ejemplar a lo largo de toda su vida: La Biblia. Hoy, medios para adquirir datos hay suficientes y algunos más. No así en cambio para adquirir información. Y menos aún para adquirir la formación necesaria e imprescindible para poder entender la información y transformarla en parte del proceso educativo de la persona. ¿Y contra eso qué cabe? Uno comprende contra qué estamos intentando luchar cuando se acerca a una librería y busca "El Manifiesto Comunista", un librucho que hace parecer las novelillas de Corín Tellado grandes novelas americanas made in Tom Wolfe al lado de los compendios del saber liberal. Y semejante "maravilla" no fue capaz de escribirla uno solo, sino que tuvieron que ser dos los autores. Reflexionando sobre datos como este uno comprende la verdadera naturaleza de las personas a las que intentamos educar a través de este medio.
Parafraseando a Reagan: "Progre" es el que ha leído a Marx y no lo ha entendido - ¡lo cual ya tiene su delito! -, los "rojos" ya no tienen remedio. Son, en cualquier caso, variaciones sobre aquello que decía en mi tierra la gente de los pueblos cuando alguno volvía después de años en la ciudad y se le veían las formas: "El entró en la ciudad, pero la ciudad no entró en él."
Pero bueno... bueno... Se hará lo que se pueda, porque lo que no se puede hacer bajo ningún concepto es desfallecer y ahora menos que nunca.
Por aquí nos veremos, pues. No sé con qué frecuencia, que el tiempo es el más escaso de mis bienes últimamente, pero nos veremos. Prometido está.
Un saludo, y hasta muy pronto.
Antes las cosas eran de otro modo, con lo lento que era el correo y lo pésimo de las comunicaciones terrestres, uno como mucho se veía acosado por la gente que lo rodeaba en su pueblo. De hecho incluso la mayoría de esa gente quedaba automáticamente descartada porque no existía el trato mínimo exigible para que tuviese el morro de pedir nada. Ahora ya no es así. Esto de Internet... Ahora alguien que vive en Las Rozas le puede pedir a alguien de Albacete que hable con algún amigo suyo, a ver si puede pedir a algún conocido que le pida a no se quién que no sabes ni dónde vive ni cómo se llama que haga esto o lo otro o lo de más allá. El caso, es el que el no se quién, viva lo mismo dos calles más arriba que el emisor inicial o tres países por medio, recibe el parpadeo amarillo de la ventanita del mensajero en como mucho unas horas de un amigo suyo al que nunca ha visto pero con el que ha compartido muchas horas de risas a través de este infernal medio. ¿Cómo vas a decir que no? Pues no lo dices, claro. Dices que sí, que vale. Que estarás encantado. Y el caso es que es así.
El blog de Anghara. Un blog de referencia, sin lugar a dudas. Yo estaba pululando por la red el día que se creó. Recuerdo que en aquellos días sólo escribía en él Anghara. El estilo ágil y directo de la autora del blog se ha convertido sin duda alguna en un referente del mundo blog. En realidad, no entiendo el afán de su dueña por acaparar colaboradores. Era uno de los mejores blogs del ciberespacio cuando escribía ella sola. ¿Para qué tanto colaborador? El caso es que a uno le ofrecen escribir en él y no puede negarse. Sería como decirle a Pedro J. que no quieres escribir en su periódico. O peor aún, y más por estos lares, decirle a D. Federico que pasa uno de asistir a su tertulia. ¡Herejía! Pues eso. Lo mismo.
¿Y Aldros? ¿Qué puede aportar este humilde servidor en este blog? Pues poca cosa... la verdad. Vean ustedes el elenco de estrellas que pulula por aquí. Impresionante. Uno se siente apabullado... ¡Qué decir! Pues Aldros... Aldros... ¡qué! Aldros intentará no quedar demasiado mal... que ya no es poco.
Lo que pasa es que... a veces... a veces... uno se pregunta... ¡cómo no preguntarse!... si el esfuerzo merece la pena. Claro, dense cuenta de mi duda existencial. ¿Cómo luchar contra la IGNORANCIA? Cuando Gutenberg inventó la imprenta se extendió la práctica de la lectura. La carencia entonces era de medios para alcanzar a adquirir más de un libro. La mayoría de la gente no podía aspirar a más (ni a menos) que a un único ejemplar a lo largo de toda su vida: La Biblia. Hoy, medios para adquirir datos hay suficientes y algunos más. No así en cambio para adquirir información. Y menos aún para adquirir la formación necesaria e imprescindible para poder entender la información y transformarla en parte del proceso educativo de la persona. ¿Y contra eso qué cabe? Uno comprende contra qué estamos intentando luchar cuando se acerca a una librería y busca "El Manifiesto Comunista", un librucho que hace parecer las novelillas de Corín Tellado grandes novelas americanas made in Tom Wolfe al lado de los compendios del saber liberal. Y semejante "maravilla" no fue capaz de escribirla uno solo, sino que tuvieron que ser dos los autores. Reflexionando sobre datos como este uno comprende la verdadera naturaleza de las personas a las que intentamos educar a través de este medio.
Parafraseando a Reagan: "Progre" es el que ha leído a Marx y no lo ha entendido - ¡lo cual ya tiene su delito! -, los "rojos" ya no tienen remedio. Son, en cualquier caso, variaciones sobre aquello que decía en mi tierra la gente de los pueblos cuando alguno volvía después de años en la ciudad y se le veían las formas: "El entró en la ciudad, pero la ciudad no entró en él."
Pero bueno... bueno... Se hará lo que se pueda, porque lo que no se puede hacer bajo ningún concepto es desfallecer y ahora menos que nunca.
Por aquí nos veremos, pues. No sé con qué frecuencia, que el tiempo es el más escaso de mis bienes últimamente, pero nos veremos. Prometido está.
Un saludo, y hasta muy pronto.