Genial Albiac y los SMS que circulan.
El hombre que ríe
Gabriel Albiac
La Razón (05/01/2007)
Nadie lo obligó a ello. Fue decisión voluntaria ligar su futuro político a un acontecimiento que se le antojaba épico: la disolución de ETA. Y si, como todo nos da a entender, las primeras conversaciones para allanar el terreno se produjeron casi dos años antes de su llegada al poder sobre el golpe del 11M, la apuesta pone en movimiento enigmas de entidad excesiva para atribuir su gestión a una inteligencia tan poco esplendorosa en luces como es la suya. Decidió. Apostó libremente. Apostó todo. Nadie puede hacer un envite así y soñar que va a lograr levantarse de la mesa intacto si no gana. Todo es todo. Después del jaque mate del sábado 30 de diciembre, don José Luis Rodríguez Zapatero es un cadáver. Político. Y el Gobierno de España está vacante.
El hermético aislamiento en Doñana, que siguió al golpe, no es más que el síntoma de eso. Lo mismo hubiera podido encerrarse en una clínica psiquiátrica. O, más noblemente, en una cartuja. La reacción del jugador que se lo juega todo -todo- a una sola partida, sin guardarse siquiera un fondo de seguridad para poder volver alguna vez a la mesa y resarcirse, es ésa: un destino aciago se ha cebado injustamente con sus buenas intenciones. Nada convencerá al jugador enfermo de que no fue el mundo ni el destino quienes se cebaron en su desdicha; que fue él, sólo él, el ministro de su propia muerte. Aceptarlo sería saberse, no sólo desdichado, también despreciable. Infinitamente, además: porque ese todo, que el mal jugador perdió, ni siquiera era suyo; porque nunca compensará a los otros -a los muertos, a los vivos- por la ruina moral a la que los ha arrastrado.
Como un zombi. Como un zombi, el jugador vaga sin rumbo, después de su desastre. Vuelve al lugar de crimen, para evocar alucinadas esperanzas de que nada de esta catástrofe haya de verdad sucedido. Es un paréntesis, dice, una suspensión, temporal del sentido necesariamente bueno de las cosas, al cual piensa haber ligado reputación y biografía propias. Huye, de inmediato. Borra la realidad entre las cuatro paredes de una urna ecológica de lujo con cargo al contribuyente. Deja en Madrid al viejo especialista en los trabajos sucios: qué más le da a Rubalcaba engorrinarse un poco; después del GAL, todo es nada.
Ha vuelto antes de ayer. Más autista que nunca. La sonrisa-cicatriz recuerda, cada vez más, la espantosa mutilación impuesta al pobre Gwynplain en «L' homme qui rit» de Victor Hugo. En medio de las ruinas que dejó el ataque más eficaz de toda la historia de ETA, él salmodia la misma nadería azucarada que teje toda su vida: «la paz, la paz...» Existe un instante preciso, más allá del cual el infantilismo se trueca en crimen. Si un político no entiende que le llegó la hora de marcharse a casa. O al parque de Doñana para siempre. O al psiquiátrico.
La paz, la paz... El gran Baruj de Spinoza supo muy bien, tras el asesinato de los hermanos De Witt (y, con ellos, de la democracia) en 1672, lo que la paz significa en boca de los asesinos. Y en la de quienes a ellos se rinden. «Mas si hay que llamar paz a la esclavitud a la barbarie y el aislamiento, nada hay para los hombres más miserable que la paz».
En El Confidencial nos cuentan los SMS que van circulando por ahí desde el pasado día 30 de diciembre. Desde el jocoso "Zetanieves y los siete etarritos" (este tiene gracia) a otros SMS que no tienen gracia alguna. Desde uno y otro lado. Bueno es conocerlos.
ULTIMA HORA.-
Un comunicante que decía hablar en nombre de ETA llamó hacia las dos de la tarde y anunció la colocación de un cargamento de "energía" en el aeropuerto bilbaíno.
El aeropuerto está siendo desalojado como medida preventiva. Interior no otorga demasiada credibilidad a la llamada.