La Danza Socialista de la Lluvia
Todo comenzó con una política sectaria y oportunista de oposición. El objetivo marcado era derribar al gobierno de Aznar a toda costa. Para ello, los socialistas chapotearon en las costas gallegas con los restos del prestige, hundido por el infortunio, el mal tiempo y la normativa internacional sobre los buques monocascos escasamente restrictiva. Después chapotearon en sangre, en la de los militares muertos en el Yak-42, estrellado por el estado del piloto, los contratos de aviones-chatarra de la UE y, nuevamente, el infortunio y el mal tiempo; y, volvieron a chapotear en la sangre de los asesinados del 11-M, cuya responsabilidad sólo Dios, los terroristas y ZP tienen clara.
Entre tanto, la oposición irresponsable frente al Plan Hidrológico Nacional, que utilizó los instintos más primarios y tribales de los aragoneses, olvidando que el agua es un bien de dominio público, o sea, de todos los españoles, se basó en la mentira y la mezquindad. Atributos estos últimos que parecen caracterizar a los dirigentes del socialismo de los "ciento y pico (¡pero, qué pico!) años de honradez". Desgraciadamente, las consecuencias son cada vez más funestas. Una sucesión de mentiras no cimentan un proyecto, sino que sólo son un montón de mentiras, por mucho que la gente se incline a creerlas durante un tiempo. Pero, la realidad de los hechos es tozuda y acaba siempre por llamar a la puerta.
Nada más fácil que remover las turbias aguas de la envidia para movilizar a toda una región contra una política de trasvases cuyo único fin era hacer valer el principio de solidaridad interregional y de gestión integral, que marca la Ley de Aguas como elementos de racionalización de este bien común y escaso en España. El partido socialista levantó, así, a Aragón en pie de guerra en contra del previsto trasvase del Ebro, cuya puesta en marcha hubiese evitado que 13.000 hm3 de agua se viertan al mar anualmente sin aprovechamiento alguno. El trasvase sin embargo era de poco más de 1.000 hm3 de agua, suficientes para garantizar el abastecimiento de Valencia, Murcia y Almería y evitar la sequía. Después pretenden que regalemos el 0,7% del PIB al tercer mundo, ¡cuánta demagogia!
No contenta con derogar el trasvase del Ebro, la Ministra Narbona ha limitado el trasvase Tajo-Segura a apenas 82 hm3, cantidad que no satisface a nadie y que ha sacado a los murcianos a la calle el jueves pasado, bajo el lema de "agua del salero para Zapatero". No en vano, (o más bien en vano), la fatua Ministra ha prometido la construcción de desaladoras para abastecer a los perjudicados por su política del agua, pero esta solución no convence a nadie tampoco, ni tan siquiera a los ecologistas que señalan sus graves consecuencias ambientales.
Pero, como siempre la maldita Ley de Murphy, lo que va mal es susceptible de empeorarse. Manos a la obra, con su tenacidad y empeño habituales, la Ministra, sin menospreciar la inestimable colaboración de la irresponsable, a todos los efectos, Consejera de Medio Ambiente de Castilla-La Mancha, tampoco ha querido apagar con agua el incendio de Guadalajara. Prefiere acudir a otras fórmulas más tradicionales y menos gravosas para el medio, dada la contaminación acústica de los hidroaviones, como rogar a Manitú o al "Gran Zetapé" para que descargue unas gotitas (igual conseguimos que relaje la sonrisa). Todavía los veremos reprocharle a Alá (Dios ha muerto, nos lo dijo Nietsche; aunque personalmente tengo serias sospechas de que no sea cosa de ZP) que, "las nubes es competencia tuya, no podemos llover por tí". Lo malo es que la muerte, dolor y desolación, dejados tras de sí por el fatal incendio, fruto de la negligencia de un "naturalista", el mal tiempo y el sectarismo regionalista, que llevó a Castilla-La Mancha a rechazar los hidroaviones de la Comunidad de Madrid y de Valencia, no tienen remedio. Como no tienen remedio los adoradores del mito y la fortuna que nos gobiernan. Pues nada señores, a seguir bailando sobre las tumbas, pero caer no cae ni gota.
