Jaime Mayor Oreja en El Mundo
Lo que hay que verificar
JAIME MAYOR OREJA
En la fecha de hoy, muchos meses después del comienzo del proceso que iniciaron ETA y Rodríguez Zapatero, se puede y se debe confirmar no sólo algunas características del mismo, sino también apuntar el desenlace.
Empecemos por el final de este meditado, complejo y perverso proceso: una cláusula para la autodeterminación del País Vasco, la puesta en práctica del proceso de incorporación de Navarra a Euskadi y, una fórmula para la legalización y posterior presencia política de ETA.
Todo lo demás tiene y tendrá un carácter accesorio y vendrá por añadidura, hasta completar el conjunto de la propuesta tradicional de ETA -aquella que identificábamos como alternativa KAS-. De la misma forma que la nueva nación catalana, la nueva realidad nacional andaluza o las reformas de los estatutos de autonomía han tenido un carácter instrumental, previo, al servicio de una negociación política entre ETA y Rodríguez Zapatero, los dos únicos protagonistas del proceso.
El primer protagonista, el presidente del Gobierno, nos habla todos los días de un «proceso de paz». El otro protagonista, ETA, denomina a este proceso «de lucha», es decir lo contrario; cabe preguntarse por ello, ¿dónde nos encontramos? Lo que en mi opinión resulta indiscutible es que nos encontramos ante una negociación política entre ETA y el Gobierno que tiene su esencia en el debate y en la discusión de la formulación del derecho que tendríamos los vascos a decidir libre y soberanamente nuestro futuro.
Podemos decir, y de hecho lo repetimos muchas veces, que no vamos a aceptar pagar un precio político por la paz. Pero por favor, que nadie se engañe la esencia del proceso, la naturaleza propia profunda e intrínseca del mismo es pagar un precio político.Sólo por el hecho de poner en marcha el proceso aceptando la negociación política con ETA se está ya pagando un precio político. Porque si contrariamente a lo que tanto hemos combatido en estos años, populares, socialistas y constitucionalistas en el País Vasco han decidido copiar e imitar el modelo de resolución del conflicto, que puso en marcha el Gobierno británico con el Ulster, estamos de lleno en una negociación política con ETA. Y hoy ya no hay margen de negociación política con ETA, ni siquiera con el nacionalismo vasco en plena ofensiva dentro de la autonomía conseguida tras la aprobación del Estatuto de Gernika. Sólo queda, sólo cabe, la negociación sobre la autodeterminación, a diferencia del proceso de Irlanda del Norte.
Por todo ello uno de los errores más extendidos, en estas últimas semanas, por ser lo más conveniente y deseado para el Gobierno, es centrar hoy el debate con carácter exclusivo en «la verificación de la paz».
No creamos que es casual, sino todo lo contrario, el hecho de que el Gobierno de modo insistente y reiterativo trocee hoy este proceso en dos partes, en dos etapas, diferentes y sucesivas, no coincidentes en el tiempo; primero, hoy, sólo la paz y nada más que la paz y su verificación; mañana vendrá el diálogo político.Esto constituye el mayor desenfoque, la falsedad más grave, la más perversa de las mentiras: el troceamiento del proceso que nadie debería seguir.
Una vez más constituye un gravísimo error de análisis la segmentación, el aislamiento de los acontecimientos que estamos viviendo. El no saber unir y enlazar todo lo que estamos viviendo es el mejor cómplice de la estrategia perversa del Gobierno. La paz primero, el diálogo político después, el Pacto de Perpiñán primero, la cláusula de autodeterminación para el País Vasco después, la nación catalana ayer, la negociación política con ETA mañana.
Todo lo que esta sucediendo en España tiene un hilo conductor, no constituye una improvisación, es el fruto de una estrategia y un planteamiento previo, forma parte de «un todo» como tantas veces he reiterado. Y es que, además de ser este troceamiento una total falsedad, -porque ETA sólo comunicará su cese definitivo después de haber concluido una fórmula pactada sobre «el derecho a decidir de los vascos»-, nos conduce a la superficialidad en nuestro análisis, impidiéndonos encontrar la profundidad del mismo y por ello a merced de lo que el Gobierno quiere y desea.Seamos claros, a estas alturas del proceso, pese a lo avanzado que está, pese a los apoyos que tiene -que son muchos- los que no nos resignamos al devenir inexorable del mismo, no necesitamos la verificación de muchos de sus elementos.
No necesito verificar la autenticidad de la paz de ETA, dicho con el máximo respeto, -me sobran los tres o cuatro informes de coyuntura del Ministerio del Interior sobre tal verificación-, porque la esencia de ETA es la lucha, porque ni puede cambiar ni puede arrepentirse en estas circunstancias, por su propia naturaleza. Tampoco necesito verificar el hecho de que este proceso sea una negociación política con ETA con la autodeterminación como elemento esencial, porque ello constituye una obviedad.
Porque para ETA la autodeterminación es el poder, es el instrumento para el dominio político del País Vasco que constituye el objetivo de una ortodoxa y totalitaria organización terrorista como es ETA. Ni los presos, ni la presencia política en los ayuntamientos y diputaciones, ni siquiera en el Gobierno vasco, le dan a ETA el poder que desea. El poder político sería, según su opinión, el resultado de un proceso continuado presidido por el ejercicio de la autodeterminación y si además, si a partir del próximo año está en el Gobierno y en las diputaciones vascas y con los presos en la calle, mejor que mejor.
Me preguntarán, qué es lo que me falta por verificar, -por utilizar este verbo tan propio de la resolución del conflicto de Irlanda del Norte-. Lo único que me falta es verificar el nivel, el grado de cesión política del Gobierno en la redacción de la fórmula final de la cláusula de la autodeterminación. Porque, lamentablemente, ni siquiera hoy tengo dudas de que Navarra ha sido, es, o será objeto de una transacción política, si los resultados electorales son favorables para la conformación de un Gobierno entre socialistas y nacionalistas vascos, como muy bien está señalando estos días Miguel Sanz.. Eso sí, no dirán nunca que se paga un precio político por la paz, simplemente dirán... que Navarra exige un Gobierno de progreso..., que no mire al pasado, -como el actual- sino que contemple la realidad de los jóvenes y sobre todo el futuro..
Permítanme que termine este análisis con el enunciado de otros tres breves desenfoques que se pueden observar y leer estos días.En primer término, cuando escucho y leo el comentario -desde la buena o mala fe- que «estamos ganando los demócratas..., que esto es un éxito de la democracia española...», no me resisto a señalar que esta afirmación constituye un elemento más de la anestesia general que el Gobierno está pretendiendo introducir en la sociedad española para que cuando llegue la cláusula sobre la autodeterminación ésta pueda ser digerida mas fácilmente por nuestra sociedad, desde la euforia de lo que algunos llaman paz.
En segundo lugar, frente a los que dicen que «...cuanto más poder político para ETA, más moderación para la organización terrorista...», creo que se vuelven a equivocar. Todo lo contrario, a más poder político, más radicalización de ETA en sus planteamientos. Esto es, utilizará cada gramo de poder nuevo para acercarse más a la independencia, y además, tratará de hacerlo con más rapidez que nunca.
Por último, frente a los que dicen que, «... a medida que avance el proceso las armas de ETA se oxidarán y serán esclavos de su decisión de abandono de las armas...», en mi opinión, se vuelven a equivocar. Cuanto más avance el mal llamado proceso de paz se generará una mayor esclavitud del Gobierno hacia el mismo, porque ¿quién va a ser mas esclavo de la necesidad de que culmine favorablemente el proceso, un Gobierno condicionado, lógicamente, por una opinión pública o una organización terrorista que la ha despreciado siempre? ¿Quién va a estar más debilitado, o más necesitado del éxito político del proceso en el momento en que vaya a redactarse finalmente la cláusula de la autodeterminación?
Soy plenamente consciente de que hay muchos españoles que no quieren oír, ni escuchar, ni leer estos análisis tan repletos, en el fondo, de tan malos augurios. Pero soy incapaz de sumarme a lo que no creo. Soy incapaz de defender hoy lo contrario de lo que han sido las convicciones y principios que he sostenido durante casi 30 años, tanto en las instituciones vascas, como en el Gobierno de España.
Y reconozco que no tengo esa capacidad de adaptación a una segunda transición, que significa la demolición de la primera en la que, como otros muchos jóvenes españoles, pusimos toda la pasión de nuestras convicciones. Pero, sobre todo, hay una razón esencial que determina mi actitud: no creo en la extraña España resultante de este proceso en el que emerjan nuevas e inventadas naciones y en la que el derecho de autodeterminación, -formulado de un modo u otro-, presida nuestra relación como vascos con el conjunto de los españoles.
Estoy convencido que esta extraña España esta condenada, y pronto, al más absoluto de los fracasos.
JAIME MAYOR OREJA
En la fecha de hoy, muchos meses después del comienzo del proceso que iniciaron ETA y Rodríguez Zapatero, se puede y se debe confirmar no sólo algunas características del mismo, sino también apuntar el desenlace.
Empecemos por el final de este meditado, complejo y perverso proceso: una cláusula para la autodeterminación del País Vasco, la puesta en práctica del proceso de incorporación de Navarra a Euskadi y, una fórmula para la legalización y posterior presencia política de ETA.
Todo lo demás tiene y tendrá un carácter accesorio y vendrá por añadidura, hasta completar el conjunto de la propuesta tradicional de ETA -aquella que identificábamos como alternativa KAS-. De la misma forma que la nueva nación catalana, la nueva realidad nacional andaluza o las reformas de los estatutos de autonomía han tenido un carácter instrumental, previo, al servicio de una negociación política entre ETA y Rodríguez Zapatero, los dos únicos protagonistas del proceso.
El primer protagonista, el presidente del Gobierno, nos habla todos los días de un «proceso de paz». El otro protagonista, ETA, denomina a este proceso «de lucha», es decir lo contrario; cabe preguntarse por ello, ¿dónde nos encontramos? Lo que en mi opinión resulta indiscutible es que nos encontramos ante una negociación política entre ETA y el Gobierno que tiene su esencia en el debate y en la discusión de la formulación del derecho que tendríamos los vascos a decidir libre y soberanamente nuestro futuro.
Podemos decir, y de hecho lo repetimos muchas veces, que no vamos a aceptar pagar un precio político por la paz. Pero por favor, que nadie se engañe la esencia del proceso, la naturaleza propia profunda e intrínseca del mismo es pagar un precio político.Sólo por el hecho de poner en marcha el proceso aceptando la negociación política con ETA se está ya pagando un precio político. Porque si contrariamente a lo que tanto hemos combatido en estos años, populares, socialistas y constitucionalistas en el País Vasco han decidido copiar e imitar el modelo de resolución del conflicto, que puso en marcha el Gobierno británico con el Ulster, estamos de lleno en una negociación política con ETA. Y hoy ya no hay margen de negociación política con ETA, ni siquiera con el nacionalismo vasco en plena ofensiva dentro de la autonomía conseguida tras la aprobación del Estatuto de Gernika. Sólo queda, sólo cabe, la negociación sobre la autodeterminación, a diferencia del proceso de Irlanda del Norte.
Por todo ello uno de los errores más extendidos, en estas últimas semanas, por ser lo más conveniente y deseado para el Gobierno, es centrar hoy el debate con carácter exclusivo en «la verificación de la paz».
No creamos que es casual, sino todo lo contrario, el hecho de que el Gobierno de modo insistente y reiterativo trocee hoy este proceso en dos partes, en dos etapas, diferentes y sucesivas, no coincidentes en el tiempo; primero, hoy, sólo la paz y nada más que la paz y su verificación; mañana vendrá el diálogo político.Esto constituye el mayor desenfoque, la falsedad más grave, la más perversa de las mentiras: el troceamiento del proceso que nadie debería seguir.
Una vez más constituye un gravísimo error de análisis la segmentación, el aislamiento de los acontecimientos que estamos viviendo. El no saber unir y enlazar todo lo que estamos viviendo es el mejor cómplice de la estrategia perversa del Gobierno. La paz primero, el diálogo político después, el Pacto de Perpiñán primero, la cláusula de autodeterminación para el País Vasco después, la nación catalana ayer, la negociación política con ETA mañana.
Todo lo que esta sucediendo en España tiene un hilo conductor, no constituye una improvisación, es el fruto de una estrategia y un planteamiento previo, forma parte de «un todo» como tantas veces he reiterado. Y es que, además de ser este troceamiento una total falsedad, -porque ETA sólo comunicará su cese definitivo después de haber concluido una fórmula pactada sobre «el derecho a decidir de los vascos»-, nos conduce a la superficialidad en nuestro análisis, impidiéndonos encontrar la profundidad del mismo y por ello a merced de lo que el Gobierno quiere y desea.Seamos claros, a estas alturas del proceso, pese a lo avanzado que está, pese a los apoyos que tiene -que son muchos- los que no nos resignamos al devenir inexorable del mismo, no necesitamos la verificación de muchos de sus elementos.
No necesito verificar la autenticidad de la paz de ETA, dicho con el máximo respeto, -me sobran los tres o cuatro informes de coyuntura del Ministerio del Interior sobre tal verificación-, porque la esencia de ETA es la lucha, porque ni puede cambiar ni puede arrepentirse en estas circunstancias, por su propia naturaleza. Tampoco necesito verificar el hecho de que este proceso sea una negociación política con ETA con la autodeterminación como elemento esencial, porque ello constituye una obviedad.
Porque para ETA la autodeterminación es el poder, es el instrumento para el dominio político del País Vasco que constituye el objetivo de una ortodoxa y totalitaria organización terrorista como es ETA. Ni los presos, ni la presencia política en los ayuntamientos y diputaciones, ni siquiera en el Gobierno vasco, le dan a ETA el poder que desea. El poder político sería, según su opinión, el resultado de un proceso continuado presidido por el ejercicio de la autodeterminación y si además, si a partir del próximo año está en el Gobierno y en las diputaciones vascas y con los presos en la calle, mejor que mejor.
Me preguntarán, qué es lo que me falta por verificar, -por utilizar este verbo tan propio de la resolución del conflicto de Irlanda del Norte-. Lo único que me falta es verificar el nivel, el grado de cesión política del Gobierno en la redacción de la fórmula final de la cláusula de la autodeterminación. Porque, lamentablemente, ni siquiera hoy tengo dudas de que Navarra ha sido, es, o será objeto de una transacción política, si los resultados electorales son favorables para la conformación de un Gobierno entre socialistas y nacionalistas vascos, como muy bien está señalando estos días Miguel Sanz.. Eso sí, no dirán nunca que se paga un precio político por la paz, simplemente dirán... que Navarra exige un Gobierno de progreso..., que no mire al pasado, -como el actual- sino que contemple la realidad de los jóvenes y sobre todo el futuro..
Permítanme que termine este análisis con el enunciado de otros tres breves desenfoques que se pueden observar y leer estos días.En primer término, cuando escucho y leo el comentario -desde la buena o mala fe- que «estamos ganando los demócratas..., que esto es un éxito de la democracia española...», no me resisto a señalar que esta afirmación constituye un elemento más de la anestesia general que el Gobierno está pretendiendo introducir en la sociedad española para que cuando llegue la cláusula sobre la autodeterminación ésta pueda ser digerida mas fácilmente por nuestra sociedad, desde la euforia de lo que algunos llaman paz.
En segundo lugar, frente a los que dicen que «...cuanto más poder político para ETA, más moderación para la organización terrorista...», creo que se vuelven a equivocar. Todo lo contrario, a más poder político, más radicalización de ETA en sus planteamientos. Esto es, utilizará cada gramo de poder nuevo para acercarse más a la independencia, y además, tratará de hacerlo con más rapidez que nunca.
Por último, frente a los que dicen que, «... a medida que avance el proceso las armas de ETA se oxidarán y serán esclavos de su decisión de abandono de las armas...», en mi opinión, se vuelven a equivocar. Cuanto más avance el mal llamado proceso de paz se generará una mayor esclavitud del Gobierno hacia el mismo, porque ¿quién va a ser mas esclavo de la necesidad de que culmine favorablemente el proceso, un Gobierno condicionado, lógicamente, por una opinión pública o una organización terrorista que la ha despreciado siempre? ¿Quién va a estar más debilitado, o más necesitado del éxito político del proceso en el momento en que vaya a redactarse finalmente la cláusula de la autodeterminación?
Soy plenamente consciente de que hay muchos españoles que no quieren oír, ni escuchar, ni leer estos análisis tan repletos, en el fondo, de tan malos augurios. Pero soy incapaz de sumarme a lo que no creo. Soy incapaz de defender hoy lo contrario de lo que han sido las convicciones y principios que he sostenido durante casi 30 años, tanto en las instituciones vascas, como en el Gobierno de España.
Y reconozco que no tengo esa capacidad de adaptación a una segunda transición, que significa la demolición de la primera en la que, como otros muchos jóvenes españoles, pusimos toda la pasión de nuestras convicciones. Pero, sobre todo, hay una razón esencial que determina mi actitud: no creo en la extraña España resultante de este proceso en el que emerjan nuevas e inventadas naciones y en la que el derecho de autodeterminación, -formulado de un modo u otro-, presida nuestra relación como vascos con el conjunto de los españoles.
Estoy convencido que esta extraña España esta condenada, y pronto, al más absoluto de los fracasos.